Todos los niños del mundo del mundo nacen con alas. Todos los niños son especiales. No importa si son índigo, cristal, arco iris o cualquier etiqueta de la New Age, todos son seres de luz.
Y las madres, a través del embarazo, parto, lactancia y crianza con apego, somos principalmente las encargadas de cuidar esas alas y no permitir que se marchiten.
La estrategia más eficaz del Sistema para someter a la población a un tipo de vida determinado ha sido cortar las alas de las propias madres para que ellas a su vez se las corten a sus hijos. Y así, inconscientemente, se reproduce todo el engranaje.
Cuando negamos sistemáticamente las necesidades y deseos infantiles para que encajen con el orden establecido les estamos cortando las alas. Las tijeras primero aparecen en la propia familia y luego externamente.
Pero los bebés y los niños están mucho más conectados que la mayoría de los adultos con su propio saber interno, con su Alma, y merecen todo nuestro respeto. Nos han hecho creer que vienen sin manual de instrucciones pero sí lo traen, en su propio idioma que podemos escuchar y atender individualmente.
No necesitamos barricadas para sanar y transformar el mundo. La revolución de las madres se gesta dentro de cada hogar y con “tiritas” como munición. Tiritas para volver a unir los pedazos de nuestras alas y, con ellas puestas, enseñar a la nueva generación a volar: a que tengan una absoluta confianza en si mismos y en sus posibilidades ilimitadas, a que sepan que no existen obligaciones sociales por encima de sus sueños, a que nunca se desconecten de su propia Luz que es la luz del Universo y a que experimenten desde bebés lo que es el amor incondicional.
Acompañar a nuestros hijos por la vida a través de la maternidad puede ser una experiencia única de transformación personal y alquimia social. Y sólo hace falta que mimemos sus alas…
(extraído de El blog alternativo)
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