Todos nosotros amamos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos. Queremos escuchar nuestros corazones, nuestra intuición, y atender las necesidades de nuestros hijos. A veces, nuestra propia infancia puede representar una dificultad para nosotros. Hasta los padres más amorosos responden a veces a sus hijos en un tono que podrá ser de todo, menos amoroso y amable. Esto suele venir de heridas del pasado que el niño abre de nuevo. ¿Cómo podemos aprender a cuidar de nuestros hijos de forma amorosa, sin la interferencia de nuestros propios recuerdos dolorosos del pasado?
La crianza natural es el camino más corto para conocer las necesidades de un niño, y confiar y responder a sus necesidades es la mejor manera de evitar que nuestras propias preocupaciones interfieran en su cuidado. Pero aún y así, a veces no acertamos. Es relativamente fácil confiar en un bebé: darle el pecho, cambiarle el pañal, mecerlo, dormirlo. Pero cuando el pequeño empieza a adquirir independencia física, las cosas pueden seguir fluyendo con la misma facilidad, o pueden tomar una dirección de nos desconcierta, y es posible que ya no sepamos qué permitir y qué restringir. Los niños pequeños necesitan nuestro liderazgo. Necesitan una guía clara y amable, junto con nuestro apoyo y nuestro “voto de confianza”. La belleza del liderazgo es que la mejor manera de dirigir, en realidad, es seguir al otro.
La causa más frecuente de dificultades son ciertas prácticas comunes en muchas familias: castigos, amenazas, privaciones, tiempo fuera, sobornos, insultos, gritos, regañinas, inducir sentimientos de culpa, y otras formas de control sobre los niños. Lo mejor que podemos hacer como padres para garantizar que nuestros hijos van a crecer y convertirse en adultos compasivos, comunicativos, responsables, afectuosos y considerados es tratarlos con esas mismas cualidades, y confiar en ellos para adaptar nuestro comportamiento a su propio ritmo.
Amamantar a demanda, llevar en brazos, responder al llanto o colechar son solo una parte de la crianza natural. Un niño hablará en un tono amable si escucha que sus padres le hablan con amabilidad, a él y a los demás. Es probable que sea cuidadoso con las cosas si ha observado cómo los demás son cuidadosos con su entorno. Aprenderá a compartir si comparten con él, y si se le respeta cuando no está preparado para compartir. Aprenderá a decir “gracias” cuando reciba y observe expresiones de gratitud. La única forma de saber cuándo cabe esperar el desarrollo de ciertos comportamientos es observar al niño. Mientras tanto, los padres pueden guiarlo, no mediante el control o las órdenes, sino mediante el ejemplo y una orientación clara y amable.
Declaración de total confianza en los niños
1. El comportamiento propio de los adultos madura en el momento en que somos adultos.
2. No tener expectativas significa no sufrir decepciones y no ejercer una presión perjudicial sobre el niño.
3. Los niños responden mejor al modelo y el liderazgo, no al control.
4. Confía… y espera.
5. Elige entre tu conveniencia momentánea y tus objetivos a largo plazo sobre el modo en que tu hijo se verá a sí mismo.
6. Disfruta de tu hijo por lo que es, no por lo que te gustaría que fuera: nunca va a volver a tener esta edad.
7. Distingue entre tus necesidades emocionales y los sentimientos y necesidades de tu hijo. Actúa hacia tu hijo en armonía con sus necesidades; preocúpate de tus necesidades emocionales en otra parte.
8. Celebra que tu hijo es un ser único, igual que lo eres tú.
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