Es aprender a hacer todo con una sola mano.
Es comer tanto puré de zapallo y zanahoria como una nunca comió en su vida.
O despertarse sobresaltada el domingo de mañana,
mirar el reloj e intentar levantarse a toda velocidad para llevar a los niños a la escuela,
sin darse cuenta de que es un día feriado.
Ser madre es dormir con un solo ojo hasta escuchar el sonido de la llave de la puerta que anuncia que el hijo adolescente está de vuelta en casa.
Y adjudicarse la porción de torta más desarmada y el huevo frito que peor salió.
Usar el buzo que la princesa de la casa desechó por pasado de moda.
Y reciclar el tapado de hace años para poder renovar las camperas de los pequeños.
Ser madre es aprender otra vez la regla de tres y la acentuación de las palabras graves.
Volver a armar rompecabezas y conocer de memoria a todos los héroes de los dibujitos.
Es planchar, freír milanesas y resolver cuentas de dividir, todo al mismo tiempo.
Ser madre es darse el gustazo de recibir el primer beso con babas
que aprendió a dar el bebé.
Correr junto a un hijo hasta quedar exhausta
porque está aprendiendo a andar en bicicleta sin rueditas.
Y reservar el placer de verlo dormir como un oso.
Ser madre es intentar tejer por primera vez para hacer una batita amarillo patito.
Y conocer a los hijos tanto hasta adivinar lo que piensan.
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