¿Cómo le explicamos lo que sucedió?
El concepto de muerte es abstracto y complejo, de ahí que la forma para abordarlo y para su comprensión depende de aspectos tales como la edad, la cultura, la educación, la sociedad y la religión.
Asimismo se encuentran implicados aspectos emocionales no sólo para los niños y adolescentes, sino para los adultos.
La realidad de la muerte de un ser querido es difícil de aceptar no sólo para el niño sino para un adolescente y un adulto. En un niño puede existir aún un pensamiento mágico y egocéntrico que intente explicar la pérdida, por lo que en ocasiones el niño puede pensar que debido a algo que él hizo, este ser querido murió.
¿A qué edad puede comprender un niño qué es la muerte ?
Un niño menor de 5 años, aún no entiende tres componentes fundamentales de la muerte que son:
La muerte es irreversible, definitiva y permanente.
La caracteriza por la ausencia de las funciones vitales.
La muerte es universal (todos debemos morir).
Es por ello que consideran a la muerte un estado temporal como el dormir o marcharse, que aún pueden escucharnos o vernos o bien que ellos o sus padres nunca van a morir.
Se considera que alrededor de los 5-7 años se establece el concepto de muerte, aunque aún “rudimentario”. En general tanto los niños como de edad preescolar y escolar necesitan que se les participe del problema brindándoles información correcta y sencilla, que deberá ser acompañada de apoyo emocional, tal como seguridad y comprensión para afrontar la pérdida.
Nuestro hijo comenzará a utilizar la palabra muerte, muerto, matar, murió, etc., bastante antes de comprender el sentido del concepto. Un niño que juega con su revólver puede imitar a otro repitiendo: “Te mataré, bang”. Otras veces dirá “ahora te toca a vos matarme”. Estará utilizando esas palabras simplemente para describir un juego. Carece del concepto de muerte o e matar antes de los dos años y medio.
Aún entonces, la muerte sólo cobra significado para él si alguien a quien conoció, alguien que “estaba ahí”, de pronto desaparece. No determina una gran diferencia el hecho que se trate de una vecina, un perro o un tío. Aun cuando un niño tenga tres o cuatro años es habitual que tome conciencia de la muerte un día específico en el que alguien muere. Es entonces cuando por primera vez toma conciencia del concepto de muerte y reacciona. Por lo común, su reacción se expresa a través de una serie de preguntas.
¿qué quiere decir “muerto” ?
¿por qué el doctor no puede arreglarlo ?
¿Dónde se fue la tía Mariela cuando murió?
¿dónde está ahora ?
¿cómo llegó allí ?
¿podés hacer que viva de nuevo ?
¿cuando morirás ?
¿cuándo moriré yo?
La curiosidad de nuestros hijos acerca de la muerte es un problema que resulta difícil de manejar ya que el niño está tratando de comprender un concepto abstracto en términos muy concretos. Quiere saber cosas específicas acerca de la muerte. Cuando le contestamos, las respuestas lo ponen muy ansioso porque todos los pequeños, normalmente egocéntricos, están preocupados por el tema en relación con su propia persona.
Es mejor responder las preguntas de los niños y no evitarlas.
Les cuesta comprender el hecho que alguien pueda hacer cosas y de pronto no hacerlas nunca más.
Otra manera de responder el tema de la muerte podría ser así:
El abuelo Coco no podrá hacer cosas nunca más, porque se termino y no lo podrán arreglar. Ni siquiera del doctor lo puedo arreglar de nuevo. Recordemos decirle que todos nos sentimos tristes, porque el abuelo murió, ya que lo extrañaremos mucho. Es adecuado expresar nuestra aflicción en ese momento, especialmente si la persona es muy allegada. Es beneficioso que el niño comprenda el dolor y pueda expresarlo en el momento adecuado. Si nuestro hijo nos ve apenados, eso le ayudará a valorar la vida. Si hablamos de la muerte sin expresar pena podemos estar transmitiéndole al niño la idea de que la persona muerta no sólo era insignificante sino que tampoco será extrañada.
Debe saber también que es importante expresar pena simplemente es una reacción sana ante la muerte.
Recordemos que cuando nuestro hijo se enfrenta por primera vez a la idea de la muerte está preocupado por la posible muerte de sus propios padres. Teme ser dejado solo. Si nos pregunta ¿cuándo morirás ? lo más apropiado es responder “No moriré hasta dentro de mucho, mucho, mucho, mucho …….mucho tiempo. Para dar al niño la idea de que nuestra muerte no está prevista para un futuro inmediato. Advirtamos que no negamos que ocurrirá. Cuando nos pregunte cuándo morirá él, no le podemos negar puesto que se trata de un hecho indiscutible, pero cuando el mismo argumento diremos que de que no morirá por un largo, largo período de tiempo. Si tenemos creencias religiosas nos pueden servir para manejar las preguntas desde ese lugar.
UNA MIRADA DIFERENTE…Todos los niños están interesados en la muerte; es una de las curiosidades más naturales. Pero en lugar de responderles, porque todas las respuestas serán falsas, digamos que no sabemos, que ya veremos cuando nos muramos, que la muerte es una de las cosas que no se puede decir nada excepto una cosa : regresamos a casa, que volvemos al mismo lugar de donde hemos venido. Es como si un pájaro entra en una habitación por una ventana, aletea durante unos segundos y escapa por otra al exterior. Nosotros sólo sabemos del pájaro cuando está en la habitación. No sabemos de dónde viene; no sabemos adónde va. Lo único que conocemos es ese pequeño lapso de tiempo. Mientras el pájaro estaba en el interior de la habitación.
Hagamos consciente al niño del misterio. En vez de darle una respuesta es mejor hacer consciente al niño del misterio que le rodea, de modo que empiece a sentir más asombro, a tener más capacidad de maravillarse.
Osho, filósofo hindú
LOS NIÑOS Y LA PENA POR LA MUERTE DE UN SER QUERIDOLa reacción de un niño por la muerte de un ser querido es muy diferente a la reacción de las personas mayores. Los niños de edad pre-escolar creen que la muerte es temporal y reversible; esta creencia está reforzada por los personajes en dibujos animados que se “mueren” y “reviven” otra vez. Los niños de entre cinco y nueve años comienzan a pensar más como los adultos acerca de la muerte, pero todavía no pueden imaginarse que ellos o alguien que ellos conozcan pueda morir.
Al choque y a la confusión que sufre el niño que ha perdido su hermanito, hermanita, papá o mamá se le añade la falta de atención adecuada de otros familiares que lloran esa misma muerte y que no pueden asumir adecuadamente la responsabilidad de cuidar al niño.
Los padres deben de estar conscientes de cuáles son las reacciones normales de los niños ante la muerte de un familiar, así como de las señales de peligro. De acuerdo a los psiquiatras de niños y adolescentes, es normal que durante las semanas siguientes a la muerte algunos niños sientan una tristeza profunda o que crean que el ser querido continúa vivo. Sin embargo, la negación a largo plazo a admitir que la muerte ocurrió o el evitar las demostraciones de tristeza no es saludable y puede resultar en más problemas severos en el futuro.
No se debe obligar a un niño que está asustado a ir al velorio o al entierro, sin embargo, se recomienda que se les haga participar en alguna ceremonia como, por ejemplo, encender una velita, decir plegarias o visitar la tumba.
Una vez que el niño acepta la muerte, es normal que manifieste su tristeza de vez en cuando a través de un largo período de tiempo, a veces en momentos inesperados. Sus parientes deben de pasar todo el tiempo posible con el niño y hacerle saber bien claro que tiene permiso para manifestar sus sentimientos libre y abiertamente.
Si la persona muerta era esencial para la estabilidad del mundo del niño, la ira es una reacción natural. Esta ira se puede manifestar en juegos violentos, pesadillas, irritabilidad o en una variedad de otros comportamientos. A menudo el niño se mostrará con enojo hacia los miembros sobrevivientes de la familia.
Después de la muerte de un padre o una madre, muchos niños actuarán como si tuviesen menor edad. El niño temporeramente actúa de manera más infantil exigiendo comida, atención, cariño y habla “como un bebé”.Los niños más pequeños creen que ellos son la causa de lo que sucede a su alrededor. El pequeño puede creer que su papá, abuelito, hermano o hermana se murió porque él una vez “deseó” que se muriera. El niño se siente culpable porque cree que su deseo se “realizó”.
Algunas señales de peligro que hay que OBSERVAR:
· un período prolongado de depresión durante el cual el niño pierde interés en sus actividades y eventos diarios;
· insomnio, pérdida del apetito o el miedo prolongado a estar solo;
· regresión a una edad más temprana por un período extendido de tiempo;
· imitación excesiva de la persona muerta;
· decir frecuentemente que quisiera irse con la persona muerta;
· aislamiento de sus amiguitos; o
· deterioro pronunciado en los estudios, o el negarse a ir a la escuela.
Estos síntomas de aviso pueden indicar que se necesita ayuda profesional. Un psiquiatra de niños y adolescentes puede ayudar al niño a aceptar la muerte y asistir a los sobrevivientes para que ayuden al niño durante el proceso de pena y luto.
La muerte de uno de los padresTan sólo si se pudiera revivir al padre muerto se podría disminuir el trauma experimentado por el niño. Al mismo tiempo sentirá enojo, en especial por el padre que lo ha abandonado. Como los niños creen que los padres pueden hacer todo lo que quieren, el pequeño puede sentir que es como si el padre muerto hubiera elegido morir. Sin importar la cantidad de veces que usted, en medio de la aflicción, le explique que no es así, su hijo albergará profundos sentimientos de enojo y resentimiento. Para complicar aun más las cosas, puede experimentar culpa. Muchos niños experimentan sentimientos de ambivalencias hacia sus padres en un momento u otro y pueden incluso desear que uno de los padres desaparezca o se muera, por ejemplo, cuando es castigado. En ciertas etapas del desarrollo el niño siente que sus deseos pueden transformarse en realidad. Pueden entonces sentirse muy culpables si durante esa etapa particular de su vida uno de los padres muere realmente. Resulta comprensible que sienta culpa en esas circunstancias