martes, 27 de diciembre de 2011

Que tu hijo no sea un robot...


El siguiente texto ha sido seleccionado del libro Los hijos y la Religión del Filósofo y pensador argentino ya desaparecido, Jaime Barylko, de quien tenemos el orgullo, de haber recibido colaboraciones en sus últimos años.
Esperamos desde Bebé a Bordo, que algo de su texto los ilumine.

 
El mundo de los niños
"¿Qué son los niños? ¿Qué contienen en su interior? ¿Qué habita en sus almas?
Rousseau decía que hay que respetarlos y no taparlos con cultura, porque de esa manera se los asfixia; hay que dejarlos crecer naturalmente sostenía.
Yo leía a Rousseau de joven y me preguntaba a continuación:
-Naturaleza, correcto. Estamos de acuerdo. Pero, ¿en qué consiste esa "naturaleza"? No es obviamente la de los animales o las plantas que denominamos "naturaleza", sino algo propio del humano en crecimiento.
La crítica de Rousseau me parece excelente. No vemos a los niños en su natural realidad, la de ellos. Nos hacemos ideas de esos seres y seguimos al Psicólogo Piaget que nos enseña cómo educarlos, en concordancia con su natural evolución que va de lo concreto a lo abstracto, del egocentrismo a la objetividad.
O nos atenemos al gran Freud para contemplarlos desde el complejo de Edipo, que consiste según el psicólogo vienés, en el deseo de (a) la madre y el odio al padre.
Todo esto va bien y debe ser considerado.
Pero el niño no es un ser que está allí esperando que lo modelemos según Piaget, que lo eduquemos con los valores que la sociedad considera importantes, leer, escribir, ser sociable, saludar, dar besitos y no ensuciar.Es más que una máquina de aprendizaje de saberes que los adultos privilegian.
Es sueño, misterio, maravilla.
En ellos habita un mundo de fantasías de deseos inexpresables, de sueños. Cuando se cansan de estar en movimiento, de jugar con esos aparatos que les compramos y que les ordenamos disfrutar, cuando se fatigan de mirar los dibujitos de la tele, hay momentos -véanlos ustedes!!!-en que se quedan callados, silenciosos, en un rincón, aspirando a otra cosa, otros valores, esos ignotos que no se registran ni el mercado ni en la juguetería.
Esos valores otros, debe entenderse no figuran en la lista de los elementos que el niño debe aprender para ser "gente". Los ignoramos, y es una pena. Son alas que no se desarrollan, y que van cayendo, silenciosamente, entre problemas de matemática, sujetos, predicados, Walt Disney y demás condicionamientos para que el niño sea feliz.

Si queremos respetar a los niños hemos de hacerlo tomándolos en su totalidad de ser, y no meramente en los sectores que nosotros inventamos como indispensables.
"Amar es autorizar al otro a ser otro."
  
                                                                        Vía:  Bebé a bordo

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