lunes, 2 de enero de 2012

Cosas de bebés


¿Qué tipo de alimentos necesita para cada etapa de su vida entre los 0 y los 3 años?

El recién nacido precisa lactancia materna y a demanda en exclusiva hasta los seis meses y complementada (la lactancia) con otros alimentos hasta los dos años. La introducción de alimentos sólidos debe ser paulatina, bajo supervisión pediátrica y teniendo muy en cuenta los gustos y necesidades (texturas, cantidades, etc..) del bebé.

Durante los primeros años, la alimentación forma parte de la vida emocional del bebé en tanto que supone una forma de vinculación emocional con la persona que le alimenta. Esta relación “nutrición-afecto” se mantiene durante toda la vida adulta y por tanto es fundamental cuidarla en esta etapa, para que la relación con el alimento sea desde los primeros meses saludable y agradable, cargada de connotaciones positivas e introduciendo hábitos alimentarios adecuados de forma paulatina.  Para ello el niño nunca debe comer solo, hay que mirarle a los ojos mientras se le amamanta o se le da de comer, hablarle, compartir con él ese momento, descubrirle y respetarle en sus gustos y sus intereses. Comer en familia es parte de este proceso.

¿Cómo calculo las cantidades de comida que mi hijo necesita?

Mientras se le da el pecho al niño, es el niño quién calcula lo que necesita así que no hay nada que medir. Si tiene hambre, come, si no tiene más hambre no come. Si hay problemas de peso lo más probable es que se deba a problemas con la técnica de amamantamiento, hay que consultar a un/a experto en lactancia para que los resuelva.
Más adelante, los niños siguen comiendo lo que necesitan, siempre y cuando el tipo de alimentación que practiquemos en casa sea saludable y basada en cinco comidas al día, con alimentos adecuados para cada momento del día y en un balance adecuado de proteínas, hidratos de carbono, grasas, etc..

Cuándo mi hijo no come, ¿cuál es la postura más adecuada: le dejo que coma lo que quiera o le obligo a no levantarse de la mesa hasta que termine?

Estos años son para el niño años de descubrimiento, experimentación y cambios en sus gustos respecto a la comida. Es fundamental intentar respetar sus intereses (o la falta de ellos) y ofrecerle un abanico de posibilidades amplio, para asegurar un buen estado nutricional (si no le gustan las judías verdes no pasa nada, hay otras legumbres que quizá ahora le interesen más). También podemos ofrecerle alimentos que no le gustan a priori cocinados de otras formas, con sabores diferentes. O directamente no insistir y centrarnos en otras posibilidades de acuerdo a la hora del día y lo que haya preparado para el resto de la familia. No se trata de que el niño “coma de todo” pero tampoco de que “coma lo que quiera” (es decir chocolate, o solo patatas). Se trata de que en estos años incorpore ya unas nociones de nutricion adecuadas, que aprenda a comer con sentido común y guiado por su apetito real, sus sensaciones de saciedad y sus necesidades calóricas y energéticas en un momento dado (los apetitos del niño varían dependiendo de si está pegando un estirón, tiene más o menos actividad, ha pasado o está pasando un proceso viral, etc.. todo esto hay que tenerlo en cuenta). Obligarle a comer es totalmente contraproducente.


¿La alimentación/ la comida puede considerarse un instrumento de comunicación en los primeros meses?

En los primeros meses la nutrición está estrechamente vinculada a los afectos y el amamantamiento es la forma más intensa de relación cuerpo a cuerpo que el bebé experimenta desde que nace. Podríamos decir que es lo más parecido a las sensaciones placenteras que tenía en el vientre materno: muy pegadito a mamá, boca con pezón, como  si fueran, de nuevo, una sola persona.
Por tanto sí, es una forma de comunicación y una buena relación nutricional entre madre e hijo facilitan enormemente la expresión recíproca de necesidades y emociones, el conocimiento mutuo y el fortalecimiento del vínculo entre ambos.
Más adelante, cuando el niño es más mayorcito, puede estar expresando en una mala relación con la comida una mala relación con otros aspectos de su vida, con mamá, etc… En estos casos lo primero que hay que valorar es si las expectativas paternas son inadecuadas (piensan que debe comer más de lo que el niño puede comer, por ejemplo, y le obligan convirtiendo el momento de la comida en un suplicio) o si existen otros conflictos añadidos que el pequeño está comunicando mediante esta vía.


¿Cómo definirías el vínculo que se crea entre madre e hijo en los primeros meses de vida?  ¿y el vínculo padre e hijo?

El vinculo madre-hijo es el resultado de la relación y el conocimiento entre ambos, por tanto, el vínculo es algo cambiante, que crece con ambos y se modifica a tenor de del intercambio afectivo diario entre los dos. El vínculo no es sólo el amor, sino la forma en la que se expresa ese amor, el lenguaje (corporal, verbal) en el se da y se recibe, el abanico de sentimientos implicados en el mismo y la forma en la que la mamá es capaz de elaborar esos sentimientos para devolvérselos al bebé en forma de cuidados, contención, atención.. etc.
Para el padre es lo mismo, con la diferencia de que el niño viene del cuerpo materno y los primeros meses permanece en un estado todavía fusional con ella (es decir, estrechamente ligado a mamá, su cuerpo y su vida emocional), por lo que la función del vínculo paterno durante los primeros meses es sutilmente diferente a la de madre, aunque no menos importante.

Los primeros años del bebé son una etapa que en muchos casos se considera de uso y disfrute exclusivo de los padres porque “el bebé no se acordará de nada”. ¿Esto es realmente así o la carencia de una atención adecuada que fructifique en un vínculo entre madre e hijo puede tener repercusiones en el carácter del futuro niño?

Está ampliamente demostrado que los primeros meses de la vida son absolutamente fundamentales para el desarrollo del ser humano. Recibir atención y cuidados adecuados o , por el contrario, no recibirlos, condiciona este desarrollo a todos los niveles (cognitivo, motor, afectivo). El mejor cuidado y estimulación de un bebé viene de la mano de su madre y su padre, por tanto, cuanta más presencia y tiempo compartido con el bebé, más contacto y más conocimiento mutuo, mayor salud psicoafectiva para todos y más rápido llegará el ajuste familiar a la nueva vida.


¿Cómo pueden los papás vencer el miedo de que su bebé se haga daño en beneficio de su aprendizaje? ¿qué supone esta etapa para el bebé?

La sobreprotección es impedir (de forma activa: “no hagas eso” “ya lo hago yo por ti” o pasiva, evitandole determinados estímulos) que el niño haga las cosas que ya puede y quiere hacer por sí mismo. Como el desarrollo es un continuo, la adquisición de determinadas destrezas o capacidades no sucede de la noche a la mañana sino que suele ser el resultado de una batería de ensayos y errores, por lo que es muy importante permitir a nuestros hijos que hagan cosas por sí mismos a medida que van indicándonos que están interesados en ellas y valorando la peligrosidad de las mismas pero sin temor a una pequeña caída o un fracaso


¿Es conveniente dejarnos llevar por el instinto aunque esto contradiga lo aprendido o lo supuestamente conveniente?

La maternidad nos invita a replanteárnoslo todo, incluido lo que pensábamos que era conveniente para nuestro futuro hijo e incluso la propia educación y trato recibidos. Es una oportunidad para escribir nuestro propio camino como padres y, para que esta labor sea auténtica, tiene que nacer desde nuestro interior y de la relación con nuestro hijo, al que no conocíamos hasta ahora y que es un bebé único, con sus propias necesidades, carácter, etc..
La función del instinto, que nos ayuda a conectar con nuestra biología más íntima (nuestros deseos y capacidades puestos en función del otro, el bebé), es la de facilitarnos el camino de atender a nuestro hijo de forma muy personalizada y, por tanto, de garantizarle los mejores cuidados.

En un mundo regido por un ritmo vertiginoso, ¿cómo se enfrentan emocionalmente los bebés las largas y constantes ausencias de sus padres? ¿qué ocurre a nivel emocional y que reacciones pueden observar los papás a su llegada?

La ausencia prolongada de mamá o papá, cuando sucede antes de que el niño esté preparado para ello (no antes de los dos años), obliga al bebé a hacer un esfuerzo extraordinario de vinculación con otras personas (es decir, se tiene que esforzar en establecer con otros una relación muy íntima de cuidado, dependencia y contención que en principio está reservada a los padres y, como mucho, a los familiares más cercanos). Dependiendo de la salud de la relación entre padres-hijos y de los cuidados tempranos recibidos, los pequeños podrán salvar estas separaciones con mejor o peor suerte.
Si el pequeño se siente habitualmente seguro, contenido, atendido y respetado en sus necesidades, llorará la ausencia pero será capaz de reproducir ese vínculo en presencia de otro cuidador/a que le de una atención similar o mínimamente cálida, hasta que regresen sus figuras de referencia.
Si el pequeño todavía no está preparado para separarse, le costará mucho trabajo recomponerse tras la despedida y permanecerá, triste, intranquilo o “desconectado” de los demás hasta que regresen aquellos que le dan seguridad: papá y mamá.

  A menudo los padres se sienten frustrados al tener que dejar a sus hijos al cuidado de familiares o cuidadores. ¿Cómo pueden los padres compensar el tiempo perdido en el trabajo? ¿y superar el sentido de culpabilidad?

Los padres que trabajan largas horas fuera de casa deben ser conscientes de que esa no es la situación ideal para sus hijos. Pero, si no pueden hacer otra cosa, lejos de culpabilizarse (la culpa paraliza e interfiere negativamente en las relaciones), lo que pueden hacer es, cuando puedan estar juntos, dedicarles atención en exclusiva y volcarse en ofrecerles un modelo educativo coherente (con una adecuada combinación entre libertad y límites), en el que predominen la escucha y el afecto. A veces conseguir esto cuesta trabajo porque, al igual que los hijos muchas veces traducen su malestar por la separación en reproches o mal comportamiento cuando están con ellos, los padres que pasan largas horas sin ver a sus hijos muchas veces se sienten “desentrenados” para la convivencia con los niños y no son capaces de manejar adecuadamente estas situaciones.
El sentido de culpabilidad se maneja mejor si los padres procuran ofrecer a sus hijos, en su ausencia, una atención y unos cuidados de calidad, supervisando personalmente la marcha del día a día e interesándose no sólo por los aspectos prácticos sino también por los afectivos.  En este sentido, la elección de una cuidadora (bien sea en casa, bien en una escuela infantil) que sea especialmente “maternal” y en la que mamá y papá puedan depositar también su confianza y sus afectos, es fundamental. También es importante ver a la cuidadora no como una persona ajena que se queda con nuestro hijo, sino como parte de un equipo: el nuestro.


-          Los padres suelen sentirse desplazados en los primeros meses de vida del bebé. ¿Cómo podemos definir su función en este periodo?

La función del padre es muy importante desde el inicio ya que sin él la madre y el bebé, que se encuentran en una situación física y emocional especialmente vulnerable, quedan demasiado expuestos a presiones y condicionantes externos que impiden un buen comienzo para todos.
El hombre se siente desplazado en este periodo porque, efectivamente, lo está: el bebé irrumpe en la relación de ambos progenitores con fuerza y, mientras que la mamá tiene en el bebé un “enamorado” que “la necesita para todo” de forma llamativa, el papá tiene más dificultades en comprender que mamá y bebé también le necesitan a él para apoyar, proteger, participar y velar por la buena marcha del día a día tras la llegada del pequeño.

-          ¿Cuándo debe el papá interactuar con el bebé y con qué tipo de actividades/ aportaciones?

Papá puede interactuar con el bebé tanto como quiera, pero teniendo en cuenta que mamá ya es para el bebé una “conocida” (recordemos que ha estado físicamente viviendo en su barriga durante mucho tiempo antes de ver la luz) y depende totalmente de ella para muchas funciones al comienzo de su vida. El papá tendrá que incorporarse a esa díada poco a poco y con tacto: puede pedirle a mamá que le ayude a “traducir” lo que experimenta el bebé (hambre, sueño, necesidad de contacto, inquietud..) para ir conociendo al bebé. No se trata de permanecer siempre en un segundo plano, sino de descubrir cuál es su nuevo e importantísimo papel y disfrutar de una nueva relación tanto con su hijo como con su pareja.
Poco a poco y a medida que padre e hijo se van conociendo, tendrán una relación igual de única y especial que mamá y el bebé.

Es conocido el instinto maternal pero, ¿en qué consiste el paternal? ¿qué tipo de cambios se producen en el hombre?

Tras el nacimiento de su hijo, el hombre también vive su puerperio particular: las últimas investigaciones han demostrado que los hombres disponen también de circuitos neuronales que se activan específicamente tras el parto y cuya misión es también la de proporcionar protección y cuidado a sus crías. No hay mucha información disponible todavía sobre el instinto masculino, pero si podemos hablar de impronta, necesidad de estar cerca de su bebé, enamoramiento, activación de las actitudes resolutivas y de defensa, así como mecanismos de protección de la familia, con una especial voluntad de prodigar buenos cuidados a madre y bebé durante este periodo.

-          ¿Qué consejos darías a mamás y papás para disfrutar al máximo de su recién nacido y superar los miedos?

Si las primeras experiencias se construyen sobre una base de seguridad y afecto, es mucho más probable que nuestro bebé se convierta más adelante en un niño feliz, autónomo y seguro de sí mismo y sus capacidades.
Por eso, en los primeros meses es fundamental atenderle siempre que llore, olvidarse del reloj a la hora de amamantarle y dormir, proporcionarle mucho contacto piel con piel, tranquilidad, palabras bonitas y amor. El recién nacido ni entiende de límites ni los necesita hasta más adelante, así que esos primeros meses deberían centrarse en el conocimiento mutuo y el disfrute.
Como diría Susana Tamaro (novelista): “ve donde el corazón te lleve”.


Violeta Alcocer.



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